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Palabras Pronunciadas por el Notario   Alfredo Moreno González, durante el  Acto de Entrega de Reconocimientos en  el Año Dos Mil Seis 

Distinguidos Miembros Integrantes del Consejo de Notarios, que  presiden: 

Compañeros Notarios Públicos  homenajeados, que en esta ocasión  han recibido las preseas que rememoran la actuación y la trayectoria  de quienes como distinguidos juristas, que presidieron este Colegio y  este Consejo y  a quienes estamos  reconociendo, por su actuación y  por la digna representación pública,  que han hecho de este organismo: 
 

Notario Alfredo Moreno González

Señoras y Señores, invitados y  familiares de los homenajeados, que  nos acompañan esta tarde:  En primer lugar, quiero decir que  estoy conciente de que la persona  señalada para dirigir estas palabras  quizás no es la más apropiada, en  razón de la existencia de verdaderos   tribunos, de calidad extraordinaria,  que integran este honorable Cuerpo  que componemos los Notarios de  Jalisco; pero además, quiero mencionar que mi intención no es elaborar un discurso de corte académico,  sino más bien,  invitar a ustedes, a  unas re?exiones y algunas remembranzas.

En primer lugar, quiero señalar  que la función del Notario, como  todos nosotros sabemos y como  lo saben el público y  la Sociedad,  es fundamentalmente, la de dar fe  pública; esto nos lleva obvia y lógicamente al planteamiento inicial de  tratar de responder: ¿Qué es y qué  signi?ca, para la Sociedad, para el  ser humano, para el mundo y  para  el derecho, el concepto de fe?.

A nosotros cuando niños, se  nos proponía la concepción de FE,  desde un punto de vista puramente  religioso; con una idea de creencia:  “Fe es creer y aceptar, lo que Dios  dispone y la Iglesia nos propone”. Actualmente, el concepto religioso,  ya está  fuera de época, habiendo  sido sustituido por  un concepto  totalmente comercial. Actualmente  los seres humanos,  creen en lo que  el diablo y la televisión nos propone.
La fe es un requerimiento, una apetencia natural, que todos los seres  humanos, desde que nacemos llevamos consigo. Tenemos por naturaleza, la necesidad de creer en alguien,  en algunas palabras, en algún ídolo,  en algún concepto; y por eso, a  través de  la historia, el ser humano  ha tenido creencia y fe en una in?nidad  y variedad de cosas; los seres  humanos primitivos, impresionados por la naturaleza creían en ella,  como en dioses implacables, que los  acosaban, que los auxiliaban y los  llevaban a determinados ?nes.

Por ejemplo, los  caribes, pensaban que los ahora terribles huracanes que han devastado nuestras  costas, eran castigos enviados por  el dios Hurricane, por sus abusos  y actitudes indecorosas. El ser humano ha continuado creyendo en  algo y en alguien, hemos aceptado  a través de la historia la creencia en  fetiches; creemos en la llorona, en  los naguales; pero los niños, actualmente ya no creen en el diablo, ya no  creen, más que en la oferta comercial, en el juguete, en la golosina y  en la fama. Su fe se está trastocando,  el mundo globalizado también está  trastocando nuestros horizontes de  fe y de esperanza, porque la fe en  la actualidad se cimbra, como un  árbol, sacudido por la tormenta.

En una actitud comercial degradante, de la actual  ideología de  las masas globalizadas y de nuestras  aspiraciones, ahora ya no creemos  en lo que deberíamos creer, ni como  antes: “en lo que la iglesia nos propone”, ahora hay quienes creen  las  cosas, festivamente como Renato  Le Duc, quien  proponía en aquellos  memorables y magní?cos versos,  diciéndole  a la  mujer: “Creo en ti  y  en tus pupilas y en todo lo que  depilas, los domingos y  ?estas de  guardar”.

Los humanos, actualmente necesitamos: más dinero, más poder y  más placer y hemos dejado de lado   las virtudes cardinales que nos proponían de niños, hemos abandonado  la fe y  la esperanza y como sin fe no  hay esperanza y sin fe tampoco hay  caridad; no obstante, que la fe es un  valor primordial y  extraordinario, en  el que profesionalmente, se asienta  toda nuestra actuación como Notarios, la fe pública que nos con?ere  el Estado a través del Gobierno, es  nuestro valor máximo como Notarios; es nuestro sustento y la razón  de ser de la función notarial.

A la fecha, hemos transitado un  largo camino en esta actividad, yo  inicié mi labor notarial, cuando Don  Constancio Hernández Alvirde, era  el Jerarca dominante del gremio y  nos aconsejaba, nos arropaba, apapachaba y nos regañaba también. Él  dejó una huella extraordinaria con  una manera singular de actuar y de  ser, adecuada a sus tiempos y a su  momento; a su fallecimiento, surgió  un  digno movimiento renovador,  hubo necesidad de reemplazarlo y  surgió la ?gura señera de Adalberto  Ortega Solís, aquí presente, de quién  nos enorgullecemos; razonablemente  cambió la dinámica de la actuación  dentro del Colegio y del Consejo,  logró la creación y construcción  de  la Casa del Notario, y ya no fuimos  los mendigos que andaban de lugar  en lugar, solicitando en préstamo  un espacio donde sesionar; tenemos  esta casa extraordinariamente digna,  gracias a su empuje y el de todos  sus colaboradores y del aporte que  en su momento dieron y dimos los  Notarios Públicos, quienes creyéndole, tuvimos fe en su propuesta,  en su capacidad y en su energía;  en seguida vinieron Arturo y Javier  con ideas renovadoras y dignas de  todo encomio y ahora, tenemos al  mando del timón, a nuestro querido  amigo y compañero Lorenzo Bailón  Cabrera, quien ha sabido digni?car  al Notario en su actuación propia y también ha sabido digni?car al  Notariado y al Colegio, en la defensa  certera que ha hecho de esta organización que nos enorgullece y nos  digni?ca.

Compañeros Notarios: Hemos  transitado un largo jirón de historia  y de camino. En la época que hemos  fungido como fedatarios públicos  se han suscitado muchos acontecimientos históricos extraordinarios, que han cambiado el sentido y  la orientación del mundo. Cuando  yo inicié, todavía en edad juvenil, mi  labor de Notario, estaba al mando  del timón nacional Gustavo Díaz  Ordaz y en Jalisco, estaba saliendo  Don Juan Gil Preciado y empezaba  a suplirlo el Licenciado José de Jesús  Limón; se anunciaba con bombo y  platillo el nacimiento del “Tapatío  un millón”; bailábamos Mambo y  Chachachá y  el mundo se debatía  en la Guerra fría; de entonces a la  fecha, como ha dicho el compañero  que me precedió en la presentación  de este acto, hemos tenido toda una  serie de gobernantes, cambios y situaciones diferentes, con orientaciones radicales que van de un lado  a otro a nivel mundial, cambiando  estatus, sistemas de producción e  ideologías.

Jhon F. Kennedy era el gobernante del imperio, cuyo asesinato  conmovió al mundo y para colmo  el asesinato de su hermano acaecido  a continuación, provocó cambios  extraordinarios; llegó la presencia  de la mujer a gobernar importantes  naciones del orbe; Indira Gadhi,  Golda Meir, etc. También surgieron  y se suscitaron acontecimientos que  cambiaron el sentido de la técnica y  de la orientación del mundo, la educación y la cultura; llegó el hombre  a pisar la luna, conquistamos inicial  o incipientemente el espacio exterior, surgió la electrónica e invadió  casi todos los campos de actividad humana y con ella y con lo que  ahora estamos viviendo, olvidamos  ya aquellos tiempos remotos de la  pluma, y del canutero rasgando los  libros del Notario que olían a tinta y a  viejo y que casi nos llevaban a vincularnos con la edad media en nuestra  función y actuación.

Surgió como un avance técnico  innovador, para imprimir nuestras  escrituras, en el protocolo, la famosa  gelatina, que dejaban bigotes azules  a las hermosas secretarias, y a nosotros las manos entintadas, que  teníamos que limpiarnos continuamente; después se propuso y vino  una serie de transformaciones; vinieron las máquinas electrónicas  que al parecer de nosotros eran un  verdadero sueño. Recuerdo que  cuando a mí, un técnico vino y me  dijo, que iba yo a estar escribiendo  mis escrituras en una computadora,  le dije que yo no estaba loco, pues  yo creía entonces que las computadoras eran unas maquinotas, como  se habían iniciado en sus arranques,  que ocupaban cuartos enteros y  hasta cientos de metros cuadrados,  para realizar operaciones de alta  so?sticación, que yo estimaba eran fundamentalmente matemáticas  y si acaso contables; sin embargo,  ahora es el pan de cada día; nuestra labor se ha transformado desde  el punto de vista técnico de una  manera formidable, como no se  había visto en siglos atrás; aunque  en lo técnico, nuestra labor ha cambiado radicalmente, en su esencia  no se ha alterado; seguimos siendo  Notarios, con la función primordial  de ser Fedatarios y continuamos la  labor de tantos hombres que nos  precedieron, en cuyo nombre y  memoria se nos ha homenajeado  en esta ocasión: Maestro Gilberto  Moreno Castañeda, Maestro Enrique  Ramos Romero, Maestro Constancio  Hernández Alvirde; quienes fueron  dignos juristas y Notarios distinguidísimos, que con su labor y ejemplo, regaron el surco, donde tenemos  que proseguir poniendo la digni?cante semilla de la fe pública y de la  estima, respeto y seguridad jurídica,  que estamos obligados a dar a  los  usuarios y a la Sociedad.

El notario público ha tenido una  presencia formidable en su evolución que no solo le da dignidad y  respeto a sí mismo en esta noble  profesión, cuyo ejercicio se nos ha  concedido; la que la Sociedad con  su reconocimiento la engrandece, ya  que el sistema del Notariado Público,  encuadrado en la tradición RomanoGermánica, en cuyo cauce encontramos al Notariado Público mexicano  y en particular al jalisciense, es digno  ejemplo en todo el país, en el orden  de lo que es y debe ser un Notario y  el Colegio como un organismo gremial que nos agrupa, con respecto  a sí mismos y a la Sociedad. Creo  sinceramente que nosotros somos  profesionales privilegiados, por la  delicada función que desempeñamos dentro de la estructura de  nuestro sistema jurídico; pero no  por eso nos debemos de envanecer  ni llenarnos de humo la cabeza, pero  sí debemos de tener la satisfacción  de estar concientes que cumplimos  con una misión formidable, que nos  ha concedido la Sociedad, el destino  y las circunstancias. No cabe duda  que el Notario es un ser privilegiado  por múltiples razones: En primer  lugar, todos somos privilegiados,  porque el Padre nos ha concedido  la vida; “¡Qué mayor privilegio que  la vida!”; qué extraordinario privilegio también, el haber llegado a la  dignidad de la abogacía; qué mayor  privilegio también el hecho de ser  elementos activos en el campo del  Derecho y en particular en el campo  profesional en que se nos ha ubicado  y escogido y el que se nos haya llamado, para ejercer una función  social tan delicada y extraordinaria,  como lo es el de dar fe pública y de  dar a la Sociedad seguridad jurídica y  a las personas paz y tranquilidad en:  Compraventas, Donaciones, Testamentos y actos jurídicos en general y estar pendientes, vigilantes y  responsables de que la ley se plasme  en una ?gura formal notarial, que  es el instrumento público, lo que  nos lleva a recordar a aquella viejita  de Lagos, a quien las aguas del río  embravecido, se estaban llevando su  casa, a lo que los vecinos y amigos  alarmados, a voces le dijeron: “¡Margarita,  el río se está llevando tu casa!”  ; a lo que contestó muy ufana: “Qué  importa, aquí tengo mis escrituras”,  al mismo tiempo que exhibía en alto  un documento bien escrito, sellado  y ?rmado por el Notario; para que  vean ustedes, cómo hasta en el  pueblo, está arraigada, la fe y la con?anza que hemos logrado con nuestra noble actuación de fedatarios.

Ser Notario es la función que  debemos desempeñar y seguir desempeñando, con dignidad y con  respeto a esa misión que se nos con?rió de cuidar, de vigilar y plasmar el  extraordinario valor jurídico y social  de la FE PÚBLICA. No debemos  jamás convertirnos, como algunos  mercachi?es de Estados circunvecinos, en indignos vendedores de  la fe pública, que con su actuación  cochina de viles mercaderes, ensucian  el Derecho y denigran la fe pública.

Debemos de respetar esa sagrada  misión que nos encomendó la Sociedad a la que debemos de ofrecer en  el campo del Derecho y en particular a los Abogados que ejercen en  este ámbito su profesión, nuestro  ejemplo como dignos y limpios profesionales.

Quiero concluir con esa idea  del gran Maestro y gran jalisciense  Agustín Yañez, después de que el  tiempo haya pasado y se nos haya  diluido como viento entre las manos;  y cuando ya estemos avizorando  nuestro próximo ?nal, mi deseo de  despedir a la vida con ese pensamiento de nuestro enorme escritor,  intérprete del ser del mexicano y  del jalisciense, Don Agustín Yañez,  para decirle a cada uno de nuestros  hijos: AL FINAL DE MI VIDA,  TE DEJO EL RESPETO Y EL   ORGULLO DE HABER SIDO  NOTARIO,  COMO HERENCIA  Y FUNDAMENTAL EJEMPLO  DE MI VIDA.

Guadalajara, Jalisco, una mañana  de primavera del año 2006 
Alfredo Moreno González  
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