Directrices Vocacionales del Notario

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Creo yo que las directrices vocacionales del notario apuntan hacia las cuatro virtudes cardinales de la eficiencia profesional:

I.- Veracidad
II.- Honradez
III.- Servicio
IV- Integridad

  Licenciado Eduardo Zambrano Medina

I. La veracidad

Veracidad es el hábito de decir la verdad, de la misma manera que mendacidad es el hábito de mentir. Empecemos por señalar algunas diferencias específicas de la verdad.

1. La Verdad Académica. Recordemos que en su sentido tradicional y académico, verdad es adecuación del pensamiento con la realidad. No sé si a ustedes les pasó lo mismo que a mí, cuando en el bachillerato escuché por primera vez esta definición, y que creí haber dado con la piedra filosofal de la sabiduría. Debo añadir que fue también en el bachillerato cuando me encontré con Unamuno. Leyendo y releyendo a este polémico y paradójico Rector de Salamanca, fue que vine a dar con que la cosa no era así, que la verdad entraña una mayor profundidad que la que tiene la célebre definición de Santo Tomás: "Adeoquatio intellectus et reí". Apunta don Miguel de Unamuno que la verdad es algo más entrañable que la adecuación del intelecto con la cosa y que es la vida el criterio de la verdad y no la concordia lógica que lo es tan sólo de la razón. Esto nos induce a creer que las verdades que un hombre lleva dentro, que profesa y con las que vive, son su auténtica verdad, y no las que pregona.

2. La Verdad Cordial. La verdad cordial tiene un poder persuasivo mucho mayor que la académica. Esas "verdades del corazón que la razón ignora" que dijo Pascal. Verdades del corazón hechas de palpitación y no de cerebración. Los pulsos de un hombre y no sus razonamientos son los que le señalan su camino. Estas verdades del corazón por su evidencia cordial, no necesitan de una razón suficiente corno prueba de su veracidad. La lira de Apolo es el símbolo de la verdad cordial, y no la lechuza de Minerva, que lo es de la sabiduría.

3. La espinosa cuestión de la Verdad. La verdad es una de las cosas más picudas, espinosas e hirientes que se dan en el reino del espíritu. Ya lo decían los griegos: "La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero". Además, la verdad hay que decirla entera y sin remilgos, que una verdad a medias tiene más de mentira que de verdad. La verdad aguija, hiere y sangra; pero quien no acepta la verdad ni aprende a convivir con ella, no es hombre cabal.

4. La Verdad Notarial. Es también don Miguel de Unamuno quien nos dice que hay dos clases de verdades: La lógica, cuyo contrario es el error; y la moral, cuyo contrario es la mentira. Don Miguel no fue notario, por cuya razón omitió señalar la tercera: la notarial, cuyo contrario es la mala fe. Nadie que sea de mala fe, debe ser investido de fe pública. Los hombres de mala fe pueden tergiversar la fe pública para satisfacerse a sí mismos. Si en el trasfondo de la fe pública no existe un precipitado de buena fe, y si el notario traslapa su malicia con la fe pública, mal está en sus manos esta dignidad.

II. La honradez


Honradez es la calidad de ser honrado, y hombre honrado es aquel que vive cual predica. La palabra" predicar" la usamos aquí en su sentido lógico y no eclesiástico.

La honradez debe cubrir las dos dimensiones éticas del hombre: la interior, que es la de su yo inmanente; y la exterior, que es la de su yo trascendente, esto es, su yo social. Estas dos dimensiones están cubiertas por el imperativo categórico Kantiano:

"Actúa de tal manera que la motivación de tus acciones se convierta en ley universal". El hombre honrado por su ejemplaridad insigne, es un paradigma en esta sociedad tecnocrática, de consumo, conformista y depauperada en la que vivimos.

Ahora, que decir "honradez del notariado jalisciense", no debe ser una expresión retórica, sino una realidad existencial de la membresía de nuestro Colegio. Ninguna otra forma resultará efectiva para responder a las diatribas de que hemos sido objeto.

III. El servicio

La vocación de servir es ese llamado interior que nos convoca para ser útiles a nuestro semejante. ¿Cómo fue que lo dijo Jesús de Nazaret?: "No para ser servido sino para servir". Y alguien cuyo nombre no he podido recordar para otorgarle su crédito, escribió:

"No es el mayor entre los hombres aquel que tiene muchos sirvientes, sino el que sirve a muchos". Con un buen sentido de servicio, un notario debe decir: Yo estoy aquí en la notaría, no para servirme de ella, sino para servir a mis clientes, ya que no hay sólo una ortodoxia notarial, sino también hay una ortopraxis notarial. Señalemos, dentro de este contexto, a franquía de corzón y a cabalidad absoluta de conciencia, que la vocación de servir es la mayor vocación del hombre. Advirtamos que esta vocación cubre a todas las otras, incluyendo al sacerdocio, al magisterio y a la medicina, vocaciones mayores éstas que dejan de serlo cuando quienes las ejercen las convierten en profesiones. y va aquí la prueba de fuego del servicio notarial: notario que deja de lado la vocación notarial para convertirla en profesión, malo; pero si hace de ella un negocio, pero mas para alivio de nuestras conciencias, recordemos que algunos sacerdotes, maestros y bastantes médicos, han hecho de sus citadas vocaciones un buen negocio.

IV. La integridad

Don J osé Ortega y Gasset, uno de los hombres que han dejado su impronta en la cultura contemporánea, nos dice: 11 é Qué es eso que llamamos un hombre íntegro si no uno que es enteramente él, y no zurcido de compromisos, de caprichos, de concesiones a los demás, a la tradición, al prejuicio?".

El hombre íntegro no se declina como los demás, porque no lo afecta la mediocridad ambiente, dado que tiene la entereza necesaria para ser él mismo. No es un conformista que bala con el rebaño sino que, como lo expresa Epíteto, es un faro para sus conciudadanos. Por lo demás, el hombre íntegro no está compartimentalizado, no lleva en su conciencia una estantería de compartimientos estancos; es compacto, indiviso, bien delimitado, con una masa psíquica de alto poder gravitacional.

¿Cómo puede ser un notario auténtico, siendo un hombre difuso y apoltronado? El notario ha de ser un hombre recio, confiable, cumplido y probo; porque por su especialidad profesional, es ya una promesa de entereza.
Permítaseme una última cita, de Erasmo de Rotterdam, el gran humanista que desde la cumbre misma del Renacimiento exclama: "Mientras más eminente es una profesión, menos individuos hay que estén a su alcance". Y vale este reto axiológico para todos, incluidos los notarios, pues de intelectuales a menestrales, a todos nos atañe.

He escrito este opúsculo en el buen espíritu de la amistad y sin engreimiento alguno, sólo con un limpio y transparente anhelo por un notariado jalisciense mejorado y superado.

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